La inflación monetaria es una parte de la terminología económica que, por lo general, abre un cierto estado de «susto» en la gente «de la calle» que interpreta; inmediatamente, que le van a subir los precios de sus productos de consumo. Pero un técnico le dirá que es el aumento sostenido de los precios de los bienes y servicios existentes en el mercado durante un período que se suele fijar en un año.
Por lo tanto, en un ejercicio anual donde los datos de la inflación monetaria sean deficitarios, podrá colegirse que subirán los precios y; así, disminuye el poder adquisitivo del comprador. Aunque esta visión es también relativa: bajan los precios para el comprador externo y disminuye el beneficio para el vendedor; que por su parte tendrá que pagar más por todo lo que adquiera.
Pero no siempre los mercados se comportan con la misma angustia.
Si un país tiene una necesidad imperiosa de vender (por encima de comprar) su inflación facilitará que los compradores adquieran sus productos en mayor cuantía. Muy al contrario, si lo que necesita es adquirir bienes de cualquier tipo en el exterior, su factura aumentará por la debilidad ocasional de su moneda.
La inflación de la moneda como referente
Por lo general, existe consenso en que las tasas de inflación elevadas (o hiperinflación) las producen el crecimiento excesivo de la oferta de dinero.
La inflación baja o moderada se le suele atribuir a las fluctuaciones de la demanda de bienes y servicios.
De ahí que los efectos que podrían considerarse como positivos incluyen la posibilidad de los bancos centrales de los estados ajusten las tasas de lo que llaman «interés nominal» con el fin de aminorar una recesión y fomentar así la inversión en proyectos de capital no monetarios.
Pero la inflación monetaria también puede ser provocada. Un incremento excesivo de la oferta de dinero o una súbita disminución en la demanda del mismo -que se produzca una huida de dinero, por ejemplo-, podría estar provocada por la desconfianza de los ciudadanos tanto en su economía como en su moneda local.
Esta perspectiva asigna la causa de la inflación/deflación a la existencia de un monopolio emisor de moneda (Banco Central); y plantea como solución a la inflación propone la eliminación del monopolio emisor de moneda sustituyéndolo por una solución descentralizada.
El Bitcoin no permite la inflación
El mercado de las criptomonedas está al margen de estas fluctuaciones coyunturales y que; podríamos decir, ocurren en el «exterior» de donde se mueve su mercado.
Su carácter universal y el haber una cantidad fija de moneda protege de estos movimientos especulativos que favorecen los llamados bancos centrales.
Cualesquiera de los ejemplos de inflación que se dan en la economía de cada país: la deflación económica, la inflación galopante, incluso la inflación de demanda; quedan al margen de su mercado, ya que no se puede estar emitiendo por encima de su valor como sí puede hacer un determinado Banco Central.
El Bitcoin fluctúa su precio dependiendo de la demanda y oferta interna pero no habilita una máquina de hacer dinero; para bloquear sectores deficitarios, o proyectar la exportación, por ejemplo. Es mucho más sólido en ese sentido.
Los grados de inflación monetaria
Por supuesto existen varios grados de inflación: hay inflación acumulativa, cuando al aumentar los precios de los bienes y servicios, aumentan también sus costos; inflación imprevista, cuando no se presentan manifestaciones muy claras de su existencia: inflación anticipada, es la que refleja en el mercado de capitales. Si se espera un aumento de precios del 5 % al año, algunos inversionistas pueden pagar 10% de interés en lugar del 5 %; en inflación galopante que se caracteriza porque en cada aumento de precios señala el camino para un aumento de salarios y de gastos, los cuales estimulan el alza de los precios.
La Inflación subyacente resulta una medida de la inflación para un subconjunto de los precios al consumidor; que excluye los precios de los alimentos y la energía, que suben y bajan más que otros precios en el corto plazo.
De esta manera, inflación se calcula habitualmente mediante la tasa de variación del índice de precios en el tiempo; por lo general el Índice de Precios al Consumidor (IPC), que mide los precios de una selección de bienes y servicios adquiridos por un consumidor medio.